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Reconocimiento enfermedades ambientales

 

Respecto al reconocimiento de las enfermedades ambientales hay varias problemáticas serias.

Uno es el de las enfermedades reconocidas a todos los efectos por las autoridades sanitarias y otro el de las enfermedades no plenamente reconocidas como tales a pesar de serlo.

En el primero de los casos estamos ante enfermedades como el cáncer, el asma, las alergias, las enfermedades autoinmunes, los problemas reproductivos, el Parkinson,... a las que, siendo ambientales ,según los casos, en su mayoría o al menos en un porcentaje nada desdeñables, no obstante , en la práctica, no se les  reconoce un origen en la exposición a sustancias tóxicas.

En este caso, los perjuicios son muchos.

Por ejemplo, al no reconocerse, se propicia la desatención de la prevención.

Además, pensemos por ejemplo en un trabajador que ha enfermado por una exposición química, si no se reconoce esa causa es fácil que a ése trabajador ni se le indemnice debidamente ni se le reconozcan derechos importantes, además de cerrar la puerta a la exigencia de reclamaciones. y ,por supuesto, facilitar que la industria responsable siga exponiendo a más personas al mismo producto.

En países como España la falta de reconocimiento oficial de estas cuestiones alcanza niveles , sencillamente, escandalosos.

En general, además, esta falta de reconocimiento del origen real de una enfermedad, propicia la desmovilización de los afectados, de sus familias, y de la sociedad en su conjunto en la lucha contra las causas reales.

Probablemente, las asociaciones de enfermos tendrían un espíritu muy diferente al que hoy tienen si fueran conscientes de estas cosas.

Hoy estas asociaciones se centran especialmente en pedir mejores tratamientos y en acompañar a los enfermos y eso puede estar más o menos bien. Pero si, pensemos por  ejemplo, en alguien con un cáncer de mama o un Parkinson causados por pesticidas, los afectados tuvieran más conciencia de quien les produjo su enfermedad, es probable que , además, las reivindicaciones pudieran tener otro cariz, llegando a extremos como, por ejemplo, poner pleitos a las empresas causantes. Ello se ha visto con las tabacaleras, y obviamente las tabacaleras crean mucha menos cantidad de tóxicos que otras muchas empresas.

Por otro lado, además, como resulta que los tóxicos no solo inician las enfermedades, sino que también siguen favoreciendo su desarrollo, es evidente que se beneficiaría a los ya enfermos al reducir la exposición a tóxicos.

Y, por supuesto, estas asociaciones harían campañas de prevención real que ahora pocas veces hacen.

Otro tema es el que tiene que ver con las enfermedades en proceso de reconocimiento pleno, como la Sensibilidad Química Múltiple, donde además de luchar por las cosas antedichas, la cosa se complica al tener que hacer que una parte del sector sanitario reconozca lo que es una cosa evidente, pero que por una serie de cuestiones, como la falta de formación, no reconocen y que es algo tan básico como que esta enfermedad existe.

En este ámbito debe propiciarse la divulgación de los conocimientos que sobre esta enfermedad existen, especialmente en otros países, para conseguir que las autoridades sanitarias españolas se pongan a la altura.

Sobre esta enfermedad en concreto, la Sensibilidad Química Múltiple, y por conseguir su reconocimiento, seguiremos trabajando con los medios de que dispongamos.

Igualmente para conseguir contrarrestar las deficiencias en el reconocimiento del origen químico de las enfermedades antes descritas. Utilizaremos para ello todos los recursos posibles (presión sobre las administraciones, concienciación de médicos y enfermos, campañas de prensa, ...)

 

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