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1-Reflexión inicial

 En otros apartados de esta web damos datos acerca de la contaminación química que nos afecta a todos. Hay un choque entre la química producida artificialmente y la que desde la noche de los tiempos permite el funcionamiento de los organismos de los seres vivos. Y sus consecuencias son evidentes. Pero hay alternativas y es importante conocerlas para no adoptar posiciones negativas o pesimistas.

El panorama causado por la penetración de los tóxicos en nuestro mundo es tan complejo que muchas personas podrían tener la tentación de pensar que no puede hacerse nada. Hemos visto, por ejemplo, como los contaminantes no se “diluyen” en la “inmensidad” del planeta, sino que se acumulan en nuestro organismo, tras haber sido liberados a lo mejor a miles de kilómetros. Incluso como todavía tenemos en nuestros cuerpos contaminantes que fueron prohibidos hace décadas. Sabemos que existen las más diversas fuertes de contaminación: industrias, incineradoras, residuos tóxicos y peligrosos, pesticidas... y que pueden llegarnos de las más variadas formas. Desde las aguas de abastecimiento a la contaminación atmosférica, pasando por la exposición en los puestos de trabajo o en el propio hogar.

En esta web damos un repaso a algunas de las miles de sustancias implicadas en el problema. El bisfenol A presente en empastes dentarios, en latas de comida, en botellas de biberones... Los ftalatos que pueden estar presentes en plásticos, perfumes, cosméticos... Los almizcles sintéticos, los retardantes de llama bromados, alquilfenoles, disolventes, PCBs, compuestos organoestánnincos, formaldehído, metales pesados, parafinas cloradas ... y otras muchas sutancias que podemos hallar en plásticos, pinturas, perfumes, cosméticos, detergentes, productos de limpieza, ambientadores, cables, electrodomésticos, muebles, moquetas... Ante esta práctica omnipresencia de los contaminantes, pareciera “razonable” pensar que poco puede hacerse.

Además, frecuentemente, el conocimiento de los efectos sanitarios de la contaminación química puede provocar una sensación de miedo que mucha gente intenta contrarrestar diciendo: “mejor no saberlo”, esto es, aplicando la táctica del avestruz. Ciertamente lo que nos dice la ciencia es muy preocupante. Por ejemplo, lo que dice Llamamiento de París. También es preocupante saber, como vemos en otro apartado, que los sistemas de control están fallando. Que, por ejemplo, los llamados “límites legales” que supuestamente debían protegernos realmente no lo hacen demasiadas veces. Que las sustancias tóxicas podrían tener efectos muy importantes sobre nuestra salud a niveles muy bajos de concentración, precisamente ésos a los que nos vemos expuestos cotidianamente la mayor parte de los habitantes de los países occidentales.

El problema es muy grande. Sin embargo, la opción razonable es buscar alternativas para sortear estos problemas. La buena noticia es que hay soluciones. Algunas de las posibles soluciones a escenarios concretos es lo que aportamos en esta sección.Y frecuentemente son muy sencillas.

Las medidas principales para protegernos de los efectos de los tóxicos guardan bastante similitud con las que hay que tener para hacerlo respecto de otras enfermedades como son, por ejemplo, las infecciosas. Son básicamente medidas de higiene. Se trata de limpiar nuestro entorno, a todos los niveles posibles, de las sustancias conflictivas, ya que son también, como los microbios, agentes patógenos. Para hacerlo hay dos planos principales de actuación: el nivel personal y el nivel colectivo, en la medida en que ambos puedan realmente separarse. El colectivo tiene que ver frecuentemente con cosas tales como la presión a las autoridades y a las empresas para que, por ejemplo, prohiban una sustancia. Pero es en el ámbito personal donde de forma más directa y con no poco efecto podemos actuar. Por ejemplo siguiendo consejos como los que damos en estos apartados.

 

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